29 d’octubre 2025
La evaluación cognitiva tiene como objetivo examinar los principales dominios cognitivos (atención, memoria, lenguaje, funciones ejecutivas, habilidades motoras y habilidades visuoespaciales), cuantificar el rendimiento de la persona en cada uno de ellos y documentar si hay afectación al compararlo con los valores de referencia obtenidos en personas del grupo control. Con el conjunto de los instrumentos utilizados en la Cohorte IMPaCT, se puede realizar una evaluación breve capaz de establecer un diagnóstico válido y fiable, adaptado a la población y libre de condicionantes culturales.
Los factores de riesgo vascular se asocian con menores rendimientos cognitivos. Varios estudios evidencian que el control de estos factores de riesgo tiene efectos positivos sobre el rendimiento cognitivo en personas ancianas con deterioro cognitivo ligero o cognitivamente normales. Por ejemplo, el tratamiento de la hipertensión ha demostrado un efecto positivo sobre la incidencia y progresión de la demencia.
La función motora está también relacionada con el rendimiento cognitivo. El bajo rendimiento motor, tanto fuerza como velocidad, es un factor de riesgo de desarrollo de deterioro cognitivo. Por otro lado, el ejercicio y la actividad física son factores protectores del deterioro cognitivo y la demencia.
Tras la queja del participante o de un informador fiable sobre déficits en alguna de las funciones cognitivas, el médico o el equipo de atención primaria realiza una evaluación breve para confirmar o desestimar la sospecha de deterioro cognitivo. Si los hallazgos son positivos es conveniente solicitar la evaluación de un especialista (neurólogo, psiquiatra o geriatra) con un protocolo más extenso de test y pruebas complementarias (analítica, pruebas de neuroimagen). El objetivo es establecer la evidencia de trastorno cognitivo, formular un diagnóstico sobre las causas, informar adecuadamente al paciente y familiares, y proponer un plan terapéutico personalizado.
La detección del deterioro cognitivo en un caso individual o en una cohorte poblacional sirve para establecer medidas de prevención y de control de factores de riesgo.
El rendimiento cognitivo es un excelente indicador del estado de salud cerebral y general. Los datos cognitivos recogidos en esta gran cohorte serán de gran utilidad para cualquier estudio sociosanitario que se proyecte. Aunque el objetivo de ese estudio no sea el estado cognitivo de los participantes, disponer de estas variables será útil para explorar otros campos y para valorar mejor innumerables resultados. Por otra parte, los defectos cognitivos y/o funcionales son muy determinantes de las necesidades asistenciales y de la calidad de vida de los ancianos; por ello disponer de estos datos tiene gran trascendencia práctica.